El movimiento okupa es, sin lugar a dudas, uno de los que más preocupa a las personas residentes en comunidades de vecinos. De hecho, dicho movimiento ha experimentado un importante auge durante los últimos años debido, sobre todo, a la crisis económica que ha originado una gran cantidad de desalojos y desahucios. Si bien es cierto que un buen número de familias se ven obligadas a ocupar casas e inmuebles que se encuentran vacíos debido a la imposibilidad de alquilar o comprar otra vivienda, también existe un amplio colectivo que ha asumido esta corriente como una forma de vida.
Pero, antes de nada, es conveniente definir el concepto de movimiento okupa. Puede decirse, en pocas palabras, que se trata de un movimiento social seguido por un colectivo cuyo objetivo es dar uso a terrenos baldíos y viviendas vacías que no les pertenece. A pesar de que, según la legislación española, esto es un hecho delictivo en toda regla, estas personas realizan esta acción de forma totalmente consciente. Además, no siempre se utilizan estos inmuebles como lugar de residencia ya que, en muchas ocasiones, se aprovechan con fines sociales y culturales, si bien es cierto que la degradación del espacio por la falta de mantenimiento suele ir aparejado a estas actividades.
El movimiento okupa no es algo nuevo en nuestra sociedad. De hecho, surgió durante los años 60 del pasado siglo y se extendió por todos los países occidentalizados durante la década siguiente. La principal protesta de este colectivo es la imposibilidad de acceder a una vivienda digna por causas económicas, un derecho que viene reconocido en la Constitución Española pero respecto al que no existen leyes que lo garanticen. Por tanto, es posible determinar que se trata de una corriente muy heterogénea que evoluciona a tenor de diversos factores. Y es que, si bien es cierto que muchas personas recurren a ella por pura necesidad, otras tantas lo hacen por factores puramente ideológicos.
Hay varias perspectivas por las que el movimiento okupa preocupa tanto a las comunidades de vecinos. Por un lado, toda persona que disponga de más de una vivienda, en el caso de que una de ellas esté vacía y no permanezca vigilada, corre el riesgo de que sea ocupada por personas que se encuentren en cualquiera de las situaciones que ya hemos detallado anteriormente. Evidentemente, la ley les ampara a la hora de desalojarlos, aunque hay que decir que la ley no funciona todo lo rápido que sería menester en estos casos y que siempre se corre el riesgo de que los ocupantes produzcan daños estructurales en el inmueble.
Por otro lado, otra gran preocupación de los vecinos de una comunidad en la que haya algún inmueble ocupado es la actividad que pueda llevarse a cabo en su interior. Y es que, al no ser la casa de la propiedad de las personas que viven en su interior, por lo general, no tienen tanto cuidado de ella ni de las zonas comunes como es menester para garantizar una convivencia tranquila y adecuada. Además, son frecuentes las protestas y las denuncias por los excesivos niveles de ruidos, por la mala imagen y por la apariencia de inseguridad que generan. Finalmente, tampoco hay que olvidar que, habitualmente, las casas pertenecientes a edificios que, aunque sea parcialmente, se encuentran ocupados, ven depreciado su valor de forma bastante considerable.